Todo apuntaba a que la decimoséptima edición del festival Primavera Sound de Barcelona quedaría marcado por las grandes actuaciones de sus grandes cabezas de cartel (Bon Iver, The XX y Arcade Fire), por la cancelación de Frank Ocean y por la increíble cantidad de joyas y realidades de las que ya os hablamos en la previa. Pero, para sorpresa de todos, está siempre será recordada como la edición Unexpected. Una experiencia que ha brindado a los asistentes momentos únicos e inesperados en forma de trepidantes conciertos, que han sumado una quincena de shows a la ya de por sí extensa programación formada por un total de 346 actuaciones.
El jueves, nada menos que Arcade Fire, a las 8 y media de la tarde en un pequeño escenario improvisado con una novedosa puesta en escena 360 grados. El viernes Mogwai, que conquistaron el festival una vez más (ya hablamos maravillas de su concierto en la edición del 2014). Y la guinda final: el sábado a las 3 de la mañana, las hermanas Haim presentando en exclusiva mundial las canciones de un disco que todavía no han publicado y que parece que muy pronto las elevará a la cabecera de los carteles.
Además, pequeñas sorpresas en un nuevo escenario llamado Backstage, al cual se accedía mediante una ficha de casino que te daban como premio a tu fanatismo, al ser, por ejemplo, una de las primeras 200 personas en entrar a los conciertos del martes en la Sala Apolo. Por el Backstage pasaron grupos como Pond, Algiers, Local Natives o The Wedding Present.
Colgando de nuevo el cartel de aforo completo y un público procedente de 124 países, el icónico recinto recibió 200.000 visitas entre su programación principal, más las 21.000 de la jornada de apertura del miércoles y el resto de actividades gratuitas distribuidas a lo largo de toda esta semana en diferentes espacios de Barcelona.
También ha sido la edición más exitosa de PrimaveraPro. El CCCB y parte del MACBA han acogido a los más de 3.500 acreditados (un 30% más que el año pasado) llegados de todo el mundo para participar en las cerca de 200 actividades.
En la jornada del martes, la gran expectación por ver a Cigarettes After Sex provocó que desde bien pronto la sala Apolo se llenara como en las mejores ocasiones.
El pop colorista de Les Sueques, que presentaron las canciones de su tercer disco, provocó los primeros movimientos de cabeza de, el ya icono del Primavera, Big Jeff, que un año más disfrutó como el que más del festival y nos contagió su pasión.
Las barcelonesas acabaron siendo lo mejor de la noche, ya que las talentosas Let’s Eat Grandma acabaron consumidas por su propia pretenciosidad y el exceso de pregrabado.
Por su parte, el calor, las ganas de charlar del público y algunos desajustes en el sonido evitaron que viéramos el primer gran concierto del festival protagonizado por la banda protagonista de la noche. Por suerte, el 29 de noviembre tendremos una nueva ocasión de verles en Barcelona (Apolo 2) y esta vez el éxito está casi asegurado.
Como nota curiosa, el grupo pidió que los fotógrafos sólo publicaramos fotos en blanco y negro, para seguir así la estética que el grupo ha marcado con sus portadas. Por mi parte, ningún problema.
Y de una decepción, pasamos a una de las sorpresas, para un servidor, del festival. Ya que los americanos Local Natives se comieron la jornada inaugural gratuita del miércoles, llevando hasta el límite su pop-rock épico, que gana muchísimo en directo respecto al estudio.
Un poco antes, Gordi, un singular proyecto que encontraríamos a medio camino entre Amy McDonald y el debut de Bon Iver, confirmó a sus 22 años que es una de las grandes promesas del folk.
Una de las grandes incógnitas de esta edición era Alexandra Savior. Su físico objetivamente perfecto (pura simetría) y haber sido llevada en volandas por Alex Turner, podía generar muchas dudas respecto a su talento creativo e interpretativo. Pero no nos dejemos despistar, porque las dudas quedaron disipadas una vez exhalada la primera palabra de la primera canción. Esta chica tiene una voz prodigiosa. Quizás aún le falta encontrar su camino creativo, ya que su más que agradable debut parece creado, de cabo a rabo, por Turner, pero su calidad interpretativa ha quedado fuera de toda duda. Ha nacido una estrella.
Y por fin, el turno de uno de los mayores genios de nuestra generación: Bon Iver. El bueno de Justin ha cambiado mucho desde su última visita a Barcelona en 2012. Aquel fue un concierto mágico, que en su día ya se antojaba irrepetible. Justin en esta ocasión vino con un disco mucho menos accesible, lo que ha rebajado el hype extremo que había hace un lustro. Le da igual, él es honesto, ha hecho lo que le ha apetecido a sabiendas de que esto frenaría su progresión con el público mainstream. Y sigue siendo muy bueno.
Un disco muy difente, una banda muy diferente y una interpretación muy diferente. Todo ha cambiado (ahora ni permite hacer fotos).
Es una nueva etapa en Bon Iver, el desamor ha quedado atrás. Todo está superado y no le apetece demasiado mirar atrás. El concierto se centra casi por completo en los nuevos temas y nos regala, con cuentagotas, algunas obras de arte del pasado como Perth o Skinny Love. Quitándoselas de encima más que disfrutándolas.
La actuación fue impecable, pero para salir encantado era imprescindible ser fan del último disco.
La jornada la acabamos inmersos en el eclectismo que representa el festival. Un poco de trash metal con Slayer en el escenario Mango, un poco de sintetizadores en el escenario Pitchfork con Survive (autores de la banda sonora de Stranger Things), un poco de rock psicodélico en el escenario Ray-Ban con los grandísimos The Black Angels, más psicodelia en el escenario ATP con King Gizzard and the Lizard Wizard y de vuelta al Ray-ban para la electrónica de calidad de Tycho. Para acabar, el momento más estrambótico del festival con la puesta en escena de Skinny Puppy en el escenario Adidas Originals y la versatilidad emo-pop-rock de Pinegrove en el Pitchfork.
Whitney y The XX se encargaron de hacer olvidar la cancelación a última hora del artista más rompedor y difícil de ver en España, Frank Ocean. Los primeros, sonando como nadie en el escenario Mango a pleno sol, con cada instrumento ocupando su espacio justo y con todo fluyendo como debería en un grupo. Estamos acostumbrados a ver grupos en los que cada integrante intenta llenarlo todo, lo que acaba convirtiendo en sonido grupal en una bola indescifrable y distorsionada. Es una verdadera delicia encontrar a un grupo como Whitney, que suenan muy grandes a costa de sumar las pequeñas cosas que aporta cada uno.
Supongo que ayuda mucho que Julien Ehrlich sea el baterista y también el cantante, para mantener todos los volúmenes bajo control. ¡Viva Whitney!
Una mala elección por nuestra parte fue escoger a The Growlers, de los que nos atrajo que estuvieran producidos por Julian Casablancas, en lugar de a Sampha, que según nos cuentan dieron un concierto extraordinario en el escenario Ray-Ban. Mitski también arrastró problemas de sonido, que sumados a su falta de experiencia, culminaron en uno de los conciertos más desastrosos de la edición. Esperábamos mucho de ella y le daremos otra oportunidad en el futuro.
Y mientras esperábamos a The XX, veíamos en la otra punta el infame final de Mac DeMarco, que tras una hora y media usando los mismos tres acordes, sacó a relucir su vena estafadora para distorsionar la imagen del grupo a su favor. El personaje por encima de todo. Fuera. The XX encarnaron todo lo contrario: música. Y punto. Impecables.
El sábado fue el día de la gran Angel Olsen, que volvía al festival tras su maravilloso concierto en la Sala Barts en 2014. Ahora con mucho más reconocimiento, tras el merecido éxito cosechado por su tercer disco, “My Woman”. Y es que si al sobrado repertorío que ya tenía con sus dos discos anteriores (Unfucktheworld, Forgiven-Forgotten, Hi-Five, Lights Out, Windows…) le sumas maravillas como Sister, My Woman, Never Be Mine o Shut Up Kiss me, por fuerza te sale un concierto redondo. Y más, si toca en el escenario con mejor sonido del festival, mientras cae el sol y con un estado de ánimo exultante. Parece que Angel está en un momento muy dulce de su vida, y se lo merece. Concierto inolvidable.
Otro que nunca falla es Hamilton Leithauser. El que fue líder de The Walkmen conjugó a la perfección la pasión y la potencia en un concierto en el que por fin pudimos escuchar una de las mejores canciones del año pasado: A 1000 Times.
Uno de los mejores músicos de la historia al que no le valen las excusas. El escenario Pitchfork jamás sonará mejor. Prodigioso.
También hubo tiempo para acercarnos a Swet Shop Boys, el curioso proyecto rap de Riz Ahmed, protagonista de la serie de la HBO The Night Of, y de darle una nueva oportunidad a Pond de demostrar que también pueden brillar sin Kevin Parker como hombre total, pero un sonido bochornosamente saturado apenas permitió escucharles.
Por su parte, la canadiense Julie Doiron nos regaló un concierto precioso y muy especial, en el que tradujo varias de sus canciones al español.
La guinda final, como comentamos al principio de la entrada, la pusieron Haim en su concierto sorpresa. Estuvieron sencillamente arrolladoras. Aunque algunos jamás dejarán de hacer el ridículo atribuyéndoles falta de técnica y/o talento por el simple hecho de ser mujeres y jóvenes. No se dan cuenta de que Danielle Haim domina mejor la guitarra que la mayoría de señores mayores a los que admiran. Haters gonna hate.